sábado, 17 de diciembre de 2011

Nos hacemos mayores

"Cuando seas mayor entenderás". ¿Quién no ha oído a su madre o a su padre citar esa frase en nuestra etapa de niñez? Es obvio que todos hemos sido niños alguna vez y por lo tanto les hemos dado trabajo a nuestros padres. La niñez en sí, contiene muchas cosas, cuando hablamos de un niño, estamos hablando de una persona que se está desarrollando y que por lo tanto, un prototipo de lo que será en el futuro. 


A menudo recuerdo lo que solía ser niño, implicaba vivir en un mundo propio, un mundo lleno de ilusión en el que el mínimo detalle que pudiese parecer divertido o entretenido hacía feliz y uno podía conformarse. Ese mundo de fantasía que creamos al ser pequeños es el que nos evade del mundo en el que vivimos y en el que nos despertamos día a día, en ese mundo creado por la mente, en el que todo ocurría tal y como uno quería y vivía su propia aventura, ese mundo deja de existir con una enfermedad que siempre ha afectado a todo lo que nos rodea, el tiempo. Alguna vez hemos oído la cita de "el tiempo lo cura todo", y sin embargo es curioso lo irónica que puede llegar a ser la frase, pues el tiempo no es más que un río en el que nos embarcamos y desemboca en la muerte. Al margen de esto, cuando crecemos y con ello el mundo de niñez desaparece, nos damos cuenta de qué es la vida, paso a paso descubrimos como de equivocados estábamos cuando eramos niños con ese mundo respecto al real, y es cierto que con las lecciones que da la vida los pilares del mundo de niñez de desmoronan completamente. Sin embargo, el hecho de crecer y hacerse mayor otorga madurez, una cualidad que verdaderamente distingue a un niño de un adulto. Tanto ignorancia como madurez son defectos y son virtudes al mismo tiempo; un niño vive en su mundo de ilusiones que parten de la base de la ignorancia, esto otorga felicidad, uno mismo no conoce lo que es la vida a pesar de vivirla día tras día, por otro lado, está la madurez, la cuál es una facultad humana que se obtiene al crecer y que es la que permite ver cómo son las cosas verdaderamente y según qué tipo de madurez tengamos actuaremos de una forma y otra. 


Todos abandonamos la niñez, y nos convertimos en lo que despega de la base que formamos en esta etapa y poco a poco nos transformamos en una personalidad distinta, pues crecer implica cambiar.

1 comentario:

  1. El espiritu infantil deberia prevalecer siempre de hecho cuando tenemos hijos volvemos a la ignorancia, BENDITA IGNORANCIA, es asi como tiene que ser, no es justo que los niños maduren demasiado, no es justo.
    Nunca no hacemos demasiado mayores, nunca tenemos la suficiente experiencia, de una manera u otra el ser humano aun presumiendo de dominar todas las ciencias, sigue siendo ignorante en la madurez y a veces esa ignorancia se torna peligrosa.

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