Lo primero de todo es pedirte disculpas, pues en numerosas ocasiones viniste a buscarme pero no supe coger tu mano, ya que la miseria me paralizaba, sé también que me quieres como yo te quiero a ti, que eres el tesoro que como cualquier pirata obsesionado un hombre ansía. En este momento siento pena y alegría al mismo tiempo; la pena es tan sólo un rastro del mal pasado que he dejado atrás y una purificación que he logrado a través del arrepentimiento,; el lado por el que me alegro, es porque sé que estás cerca y que cuando nos encontremos, mi contacto contigo será como ninguno que haya tenido en mucho tiempo, pues en mi memoria hay una pequeña llama que cuando estuvo a punto de extinguirse, tú esperándome fuera, supiste ser el mejor corazón del fuego que jamás he visto. Pero yo ya sabía esto de ti, después de todo es normal teniendo en cuenta quién eres, por ti miles de hombres han luchado y ganado, pues contigo jamás pierden, porque eres por excelencia el motivo de nuestra existencia en sociedad. A priori solemos menospreciarte cuando estás con nosotros y nos haces tener una vida llevadera, y es triste pensar que es cuando te arrebatan de nuestras manos por haber causado nosotros mismos tu pérdida sumiéndonos en una espiral de control, cuando en verdad nos damos cuenta de lo que ya no tenemos.
Quiero que esta carta te la tomes como una disculpa por no haberte tenido en cuenta ya antes de que me alejaran de ti, quiero decirte que eres igual de necesaria que el respirar, puesto que eres la hermana mayor de la madre naturaleza, te espero con ansia mi querida libertad, pues ya tan sólo de lo único que quiero ser preso es de ti. Un hombre puede someter a otro, y en cambio el sometido gozar de más libertad, pues el que somete lo hace porque esta le abandonó hace mucho tiempo.