sábado, 28 de abril de 2012

La metáfora en las nubes

Pocas cosas son la que le hacen falta al ser humano para ser feliz y muchas son las que le sobran y de las que debería librarse para así empezar a tenerlo todo por librarse de lo que es nada. A veces esas cosas son tan simples que hasta el respirar no parece del todo necesario, cosas que nos dan vida, cosas que nos hacen sentir, cosas como la lluvia. 
Como seres naturales en este mundo, dependemos de una serie de procesos que nuestra querida progenitora naturaleza nos ofrece. La lluvia es una de esas cosas, sin embargo, ya no es sólo por el hecho de el agua caída del cielo sea imprescindible para cualquier ser vivo de este mundo, si no porque la lluvia tiene más de un significado y todos pueden interpretarse de diversas maneras. La lluvia es una metáfora de la vida que nos acompaña desde siempre y afecta en nosotros, casi más, de forma moral y literaria que de forma natural, pues ¿Qué sería vivir de naturaleza si tan sólo de ella nos beneficiamos para sobrevivir? Porque lo que esta nos ofrece es como el propio amor de una madre que le da a su hijo y que de este y el instinto de cuidar de él, surgen esas cosas que a parte de estar bañadas de cariño y afecto maternal, tienen una gran cubierta poética y metafórica. 
La lluvia cae, hasta hasta chocar con la inmensa capa de materiales duros que forman el suelo en el que nos sostenemos, en una extensa horda de gotas de agua que al tacto son como la caricia de un ser querido que nos calma y nos transmite mediante uno de los sentidos, la intensidad de los vínculos afectivos que nos unen. Nuestra lluvia, temible cuando cae con furia y adorable cuando mediante pequeños fragmentos de gota muestran la suavidad y la calma con la que nos puede apaciguar. Nuestro manantial caído del cielo, capaz de apagar la llama más intensa, fruto de un arranque de ira, y sin embargo es él quien más veces se atormenta. Interpretada como lágrimas para unos, y vista como sudor, producto del esfuerzo de nuestra madre naturaleza para sacarnos adelante, para otros, y sin embargo, sea cual sea el significado, sea cual sea la interpretación o el papel que le podamos dar al obsequio que la naturaleza nos da enviado por las nubes, la lluvia será siempre el fenómeno que, como seres con capacidad de tener emociones, pueda ahogar nuestras penas encharcando sentimientos que nos atormentan o ser también el medio de consuelo que, como un abrazo cálido, a pesar de ser húmedo, nos haga sentir vulnerables sacando todo el lado natural que se encuentra en nosotros. Es la lluvia uno de los elementos que ante nuestros sentidos es de lo más apreciado, pues a la vista es bella, es por el impacto que causan las gotas al caer por lo que sabemos como suena la calma, al olfato el olor a tierra mojada nos ofrece una entrañable fragancia que desprende naturalidad, y al tacto la lluvia es la caricia que trae la paz a la mente y que aunque esta sea húmeda nos impermeabiliza de todo malestar. En un día lluvioso aquel que se resguarda de la lluvia, en verdad se resguarda de una muestra de afecto que con todo el cariño nunca quedará seca.

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