lunes, 13 de febrero de 2012

Una entrada para chuparse los dedos

¿Es cierto que la vida es como una caja de bombones? si es así cualquier persona diabética tiene los días contados. 


Hay miles de cosas de las que se puede disfrutar en la vida, infinitos placeres y gustos de los que uno puede gozar y hacer su día a día más llevadero y gustoso. De todos esos grandes y pequeños placeres, está la comida, pues no es que sea ya el simple hecho de que es necesario alimentarse para sobrevivir y poder desarrollarse como seres vivos, si no que el comer es en sí un placer del que todo ha de gozar y sentirse afortunado de servirse de él, y lamentablemente, no siempre todos tienen a su alcance algo que llevarse a la boca.


El comer es todo un arte, y es que la comida nos acompaña aun cuando no participamos en ella. Día tras día podemos fijarnos en que la comida está con nosotros en todo momento, como por ejemplo en el lenguaje, quien no ha oído expresiones como: "está fiambre", "pero que salao", "es un trozo de pan", "es mi media naranja"... etc. Cada día que pasa, en algún momento concreto de las 24 horas nuestro temporizador estomacal nos da aviso para saciar uno de los más mortales enemigos de la humanidad, como lo es el hambre. Y no hay nada peor que el encontrarse en un lugar estando hambriento y que la comida comience a perseguirnos y no tener la oportunidad de hincarle el diente a algo. Sin embargo, lo bello de todo esto, llega a la hora en la que podemos llenar nuestro estómago cual cajón de algún caluroso mental, de ropa interior de anciana, esa hora en la que merece la pena echar la vista hacia atrás y recordar aquellos momentos en los que el hambre golpeaba nuestra tripa con la fuerza  de veinte luchadores de sumo y torturando nuestra mente, y sin embargo ya había pasado mucho tiempo desde entonces, esa hora en la que la comida danza en la boca y se desgasta dejando su rastro de sabor y otorgando una de las mejores sensaciones que el ser humano puede experimentar. La comida está llena de sensaciones las cuales es necesario experimentar para hacer de nosotros personas completas, llenándonos de vida no sólo en el campo biológico, si no en el de disfrute, en el de cogerle el gusto a todo aquello que con un mínimo placer que produzca, uno sea capaz ser feliz. Somos los ingredientes que componen nuestra vida y los que hacemos que merezca la pena saborear día a día el festín en el que vivimos.

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