A nuestro alrededor existen todas esas personas que nos quieren y nos apoyan en los momentos en los que nuestra vida se convierte en una cuesta demasiado inclinada como para subirla sin algún empujón, pero eso no basta cuando la confianza propia pasa a convertirse en la fosa más profunda de lo negativo, haciéndonos caer y vernos a nosotros mismos como lo más patético que ha pasado por el mundo. Sin embargo, al igual que dicha confianza se pierde, también se recupera, es el boomerang que una vez lanzado se pierde a la lejanía pero aun así se las apaña para volver, y el regreso de la confianza en nosotros mismos siempre tiene un retorno que la mayoría de las veces viene envuelto en una revelación, algo que hace que nos demos cuenta de que nos hemos impregnado de estupidez hasta calarnos los huesos. Y aquí entran todas esas personas de nuestro alrededor, quienes entran dentro de nuestros males y nuestros alivios, quienes se preocupan por nuestro estado, quienes pueden convertirse en el punto más fuerte de nuestro pilar moral. Cierto es que hay quienes alardean ser fuertes y quienes lamentan ser débiles, pero en cierto modo, cada débil y cada fuerte no sería lo que es sin haber sido lo contrario antes, pues la confianza, tan perdible y recuperable, es el mejor método de revertir mentes conviertiendo a aquellos que son capaces de aguantar un segundo más, en tristes sombras de lo que antes fueron que ni siquieran se plantean aguantar, y por el contrario, por cualquier causa, aquellos desesperados que no conocían el color del cielo de profesión cabizbajo, se convierten depredadores de experiencias con hambre de mundo, y que pueden ser también el apoyo de los que una vez fueron fuertes. Por todo ello, todos tenemos una mentalidad individual, pero esta interactúa con las otras estableciendo una conexión, y en muchos casos ser influída.
La confianza se pierde pero siempre vendrá algo que la devuelva, pues la confianza ajena acaba conviertiéndose en confianza propia.
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